El futuro de la familia desde la mirada de los matrimonios jóvenes

Entender el matrimonio como momento fundante de la familia, para muchos es un deber moral, sin embargo más allá de ello, esto debe ser una responsabilidad compartida por cada uno de los miembros de la sociedad, los cuales indistintamente se han forjado en el seno de su propia familia. Entendido esto, ese momento fundacional de la familia, el matrimonio, se constituye no sólo en un momento, sino en un espacio lleno de detalles que enaltecen el significado de la persona; detalles que deben estar protegidos por valores como la dignidad, la tolerancia y el respeto, y siempre enriquecidos con el verdadero significado del amor: Querer el bien del ser amado.

Actualmente, se conocen varios factores que influyen en el logro de un matrimonio exitoso, entre ellos, está la presencia de miembros de la familia extensa; esto es, suegros, cuñados, sobrinos etc., los canales de comunicación entre la pareja, los cuales están a su vez condicionados, por elementos culturales de los cónyuges tales como diferentes estilos de educación familiar o incluso perspectivas de vida que pueden no coincidir, cuando esto además se suma con el denominado “analfabetismo amoroso”, que hace referencia a la falta de preparación de las personas antes y durante una relación previa al matrimonio, se pueden generar dificultades que para algunos resultan irreconciliables. Todo lo que se ha mencionado adquiere un nivel crítico si los matrimonios están formados por parejas muy jóvenes.

Afortunadamente y bajo una mirada optimista, existen muchas acciones que se pueden hacer desde cada miembro de la sociedad para garantizar la sostenibilidad de nuestro núcleo básico, en este sentido el Papa Francisco en el año 2015 envía un claro mensaje: “Las familias no son un problema, son principalmente una oportunidad”.

A manera de ejemplo, una clásica queja de las parejas es la dificultad histórica en la relación entre suegra-yerno (y equivalentes). Ahora bien, se debe aclarar que no en todas las familias se presenta esta situación; sin embargo, para nadie es un secreto, las muchas dificultades familiares que surgen cuando una tercera persona cree tener los derechos para opinar sobre asuntos que estrictamente se deben manejar en pareja.

Consejos para construir una familia equilibrada

En el trato con los suegros u otros miembros de la familia extensa se recomienda que cada cónyuge plantee límites a este tipo de situaciones, pues si bien un buen consejo es útil en un momento apremiante, la intimidad de la pareja nunca debe ser alterada por más benévolas que parezcan las intenciones. La defensa de este espacio intimo debe ser conversada y defendida por cada esposo de manera solidaria.

En este sentido, el psiquiatra norteamericano Murray Bowen descubrió en sus estudios que las personas que logran diferenciarse de los otros, (en este caso cada cónyuge de sus padres) y alcanzan un nivel de autonomía en sus relaciones íntimas, experimentan mayor satisfacción en la relación, porque asumen posiciones por convencimiento propio, con más alto nivel de valoración y eficacia al momento de enfrentar todo tipo de problemas.

Posicionar la comunicación como mecanismo de construcción mutua en la relación de pareja

Aquí el tipo de comunicación recomendado es el asertivo, el cual se fundamenta en el reconocimiento de la dignidad del otro a partir de la propia, en poder decir lo que nos gusta y también lo que nos incomoda en el momento que suceden las cosas y en respetar el derecho del otro a expresarse con libertad y tranquilidad.

Solucionar desacuerdos de tipo cultural o de formación en las familias de origen

Se recomienda la tolerancia y comunicación como alternativa de consenso, y si es necesario contemplar espacios de orientación familiar con profesionales que, en un proceso de asesoría, coadyuven en la elaboración de escenarios de diálogo y construcción conjunta de espacios de encuentro.

Al hacer referencia al denominado analfabetismo amoroso, se debe velar por no extraviarnos en el ritmo de vida actual, el estrés y la organización social y laboral del hombre y la mujer, que pueden desembocar en fenómenos ambiguos, como por ejemplo, la diferenciación personal, es decir, tu eres tú y yo soy yo; sin más, “cada quien por su lado”, en vez de propender por el crecimiento humano compartido, el cual encuentra su mejor escenario en el matrimonio.

Promoción de solidaridad y la cooperación de cara a suscitar las distintas capacidades de los cónyuges y la familia

Para garantizar en las generaciones próximas la eliminación o disminución de actitudes de permanente sospecha, que huyen a los compromisos y que se encierran en la individualidad y la comodidad como manera cómoda de vivir la vida.

Finalmente y a manera de reflexión, vale la pena citar uno de los desafíos que plantea la exhortación apostólica, sobre el amor en la familia, Amoris-Laetitia, el cual tiene que ver con el manejo de las libertades en la familia, donde en palabras del Papa Francisco, los vínculos, los cuales en suma medida determinan la existencia de la familia, quedan abandonados a la precariedad voluble de los deseos y las circunstancias de las personas. Siguiendo este postulado, cualquier acción en defensa de la familia y en apoyo a los matrimonios jóvenes, es un verdadero acto heroico en nuestro deber como personas humanas y miembros de una sociedad.