Sueño insuficiente, la causa del cansancio en los adolescentes

La causa principal de fatiga y somnolencia diurna en los adolescentes es el sueño insuficiente o inadecuado. Este es el resultado principal de la investigación El adolescente “cansado”: evaluación y manejo en la consulta de medicina familiar, realizada por Juan Gabriel García, profesor de la Facultad de Medicina y médico familiar de la Clínica Universidad de La Sabana; Adriana Cavanzo Ramírez, profesora de la Facultad de Medicina; y Paola Cárdenas Villamil, residente de Medicina Familiar. El estudio, que fue el trabajo de tesis de la residente, se publicó en la revista española Semergen (Scopus Q3).

La investigación resalta que del 7% al 25% de los adolescentes presentan síntomas como cansancio permanente, agotamiento, somnolencia excesiva y fatiga, debido a malos hábitos de sueño. “El sueño es esencial para la salud física y psicológica de los ado-lescentes. Diferentes estudios demuestran que requieren un promedio de nueve horas de sueño por noche, pero las actividades sociales y escolares demandan gran cantidad de su tiempo y no les permiten alcanzar esta meta”, menciona el doctor García.

La falta de sueño puede generarse por factores intrínsecos de la pubertad, dado que en esta etapa disminuye el sueño REM (rapid eye movement), se altera el reloj biológico —lo cual causa un estado de alerta en las noches— y se reduce la producción de melatonina, que ayuda a dormir con facilidad. También influyen factores externos como la hora en qué se comienza la jornada escolar, el uso nocturno de dispositivos electrónicos y la preocupación excesiva a la hora de acostarse.

Según la investigación, no tener una buena higiene del sueño puede producir “problemas de memoria, déficit de atención, problemas de comportamiento, bajo rendimiento académico y alteraciones en el control de las emociones”, dice el doctor García.

Los expertos recomiendan: dormir siempre en la cama, preferiblemente que no sea frente al televisor; ir a la cama a la mis-ma hora todos los días; tener actividad física regular al menos una hora al día; evitar el ejercicio vigoroso en la noche y las siestas durante el día; los fines de semana, levantarse, como máximo, dos horas más tarde de lo usual entre semana; consumir algo ligero antes de acostarse (por ejemplo, un vaso de leche); y evitar el uso de productos que “ayuden” a dormir.