Guadalupe como modelo
Por: Jose Antonio Ruiz, investigador y profesor titular de la Universidad Computense de Madrid
El sábado 18 de mayo, en Madrid, fue reconocida públicamente por la Iglesia católica la Santidad de Guadalupe Ortiz De Landázuri (1916-1975), una de las primeras mujeres del Opus Dei. La ceremonia se denominó técnicamente “beatificación”. Después de un complejo proceso de indagación y estudio de su vida,y tras la verificación de una curación médicamente inexplicable que se le atribuye, la Iglesia católica propone la figura de Guadalupe como modelo. Como modelo ¿para quién?... Ciertamente, como modelo para los católicos. Pero considero oportuno añadir algunos elementos para la reflexión. Porque este caso tiene interesantes peculiaridades.
Me interesó la figura de Guadalupe desde que tuve conocimiento de que una estudiante y doctora de nuestra universidad estaba en proceso de beatificación y se le reconocía fama de Santidad.
En la sociología trabajamos frecuentemente con modelos. No se me escapa que algunos modelosde mujer que la Iglesia católica ha propuesto a lo largo de la historia no casan bien con las necesidades, inquietudes, reivindicaciones o anhelos del siglo XXI. Así, acabé por preguntarme qué habían visto en Guadalupe, una colega de la universidad, para proponerla como modelo.
Me entusiasmó que tuviera un rasgo indudable de adelantada a su tiempo, de pionera. En su clase de Químicas (1933) había únicamente cuatro mujeres. Y, antes, cuando estuvo en África, tuvo que insistir e insistir para ir a clase porque no se contemplaba que una chica en aquel sitio, en aquel momento, estuviera escolarizada y se preparara para luego seguir estudios universitarios. Guadalupe optó por las ciencias. Todavía hoy tenemos que seguir esforzándonos por proponer y promover modelos de mujeres que quieran destacar en las ciencias experimentales.
También ahora, en el siglo XXI, tenemos que trabajar para que las residencias universitarias y los colegios mayores no sean meros alojamientos, sino una extensión de la actividad científica y cultural de la universidad. Guadalupe se implicó notablemente en el laboratorio de Química de la versión para chicas de la célebre Residencia de Estudiantes. Y, cuando apenas había tradición en España, se lanzó a poner en marcha el Colegio Mayor Zurbarán.
Cuando pensamos en el modelo ideal de graduada universitaria, frecuentemente sale que debe tener capacidad de iniciativa y motivación para de- sarrollar proyectos con altura de miras al servicio de la sociedad. Guadalupe fue una emprendedora social, lo fue en España y lo fue en México, donde promovió interesantes actividades con población indígena local, en particular entre las mujeres.
Me entusiasmó que tuviera un rasgo indudable de adelantada a su tiempo, de pionera. En su clase de Químicas (1933) había únicamente cuatro mujeres.
Considero que es modelo porque tuvo la suficiente flexibilidad y versatilidad para moverse bien en la docencia y en la investigación, para implicarse en proyectos que lideraba y en proyectos en los que debía ser la última. Para desarrollar una tarea de investigación puntera y para actividades sencillas y rutinarias... Cualquier colega sabrá que lo que describo es el modelo de personal universitario que todos querríamos tener en nuestro equipo.
Es también modelo porque supo estar abierta a crear vínculos internacionales. Empieza estudios de doctorado en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), nuestra universidad colega y hermana, y los acaba en Madrid. Después de sortear problemas burocráticos, incidencias profesionales y serios problemas de salud acaba su investigación doctoral.
Pero, quizá, lo que más me ha llamado la atención, y por lo que considero que incuestionablemente puede considerarse un modelo para docentes y gestores universitarios, es que en las cartas que se conservan y se han publicado recientemente se evidencia una gran capacidad para gestionar sus fracasos, defectos y debilidades.
Hay una larga tradición de investigación histórica y sociológica que utiliza como material la correspondencia más o menos confidencial entre personajes de la historia o entre personas anónimas que dan cuenta en primera persona de lo vivido.
De Guadalupe se conserva un buen número de cartas. Tienen la fuerza del relato íntimo. Reflejan inquietudes, ilusiones... y fracasos. Como los de los que nos desaniman cuando nos dedicamos a trabajar con personas en entornos educativos. Son historias de fracasos como los que estamos acostumbrados a comprobar con frecuencia en nuestros propios proyectos. Leer la mirada de Guadalupe sobre las dificultades que va encontrandoesunalecciónde gestión de los propios fracasos y de los problemas del entorno.
Y todo contado por una mujer contemporánea, estudiante universitaria madrileña, que conoció el metro, el autobús, la televisión, la situación de las mujeres en la universidad, en España, en México y en África... Los experimentos químicos, los problemas indígenas, el emprendimiento social... y los fracasos personales y los dolores de nuestro tiempo. Y supo gestionarlos con propuestas valientes de transformación. ¿Cómo no considerarla un modelo también para nuestros universitarios del siglo XXI?
Agradezco a la Iglesia y al Papa que impulsen beatificaciones que den cuenta de la vida de personas variadas, normales... que se propongan modelos cercanos, asequibles y estimulantes (también para los no católicos), como la propuesta del 18 de mayo de considerar a Guadalupe como modelo.
Columna tomada de blogs. elconfidencial.com.
¿Por qué hablar de Guadalupe Ortiz De Landázuri en el contexto universitario?, ¿qué tiene que ver su vida con quienes estamos vinculados a la Universidad de La Sabana? La respuesta: fue una persona normal que intentó hacer las cosas bien cada día, con la mirada en el Cielo y los pies en la tierra
A las 9:00 a. m. del sábado 18 de mayo, el Palacio Vistalegre Arena abrió sus puertas. Para el recuerdo quedaron entrañables saludos, fotos, selfiesentre personas lejanas, cercanas, conocidas, desconocidas, de tierras tradicionales y de otras exóticas: España, Ecuador, Nigeria, Nueva Zelanda, Singapur, India, Japón.La ceremonia de beatificación de Guadalupe Ortiz De Landázuri congregó en Madrid a más de 11.000 personas de 60 nacionalidades y, virtualmente, a muchos más, a través de la televisión o el streaming.Unos 200 concelebrantes acompañaron al delegado del Santo Padre, el Cardenal Angelo Becciu, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, quien, durante su homilía, recorrió la biografía de la nueva beata y destacó su capacidad de escuchar y su actitud siempre alegre, incluso en las situaciones más dolorosas. El Papa Francisco también envió un mensaje de mucho ánimo, dirigido especialmente a los fieles de la Prelatura, así como a todos los que participan en sus apostolados, para que “aspiren siempre a esta Santidad de la normalidad, que arde dentro de nuestro corazón con el fuego del amor de Cristo, y de la que tanto necesitan hoy el mundo y la Iglesia”. Y es que esas palabras resumen con belleza, profundidad y acierto lo que llevó a Guadalupe Ortiz De Landázuri hasta los altares.Según el Prelado del Opus Dei, Fernando Ocáriz, ella supo com-paginar cosas aparentemente difíciles: el trabajo profesional - era química, se dedicó a la enseñanza y, luego, a la investigación—
con la dedicación a hacer el Opus Dei, incluso en los años en que estuvo en México. En efecto, Guadalupe Ortiz De Landázuri fue una de las primeras mujeres que empezó la labor de la Obra en aquel país, lo cual supo-nía una aventura notable. Supo compaginar las cosas y encontrar a Dios —según el espíritu que aprendió de San Josemaría Escrivá de Balaguer— en el trabajo, en las relaciones con las personas. Eso es lo que San Josemaría llamaba “unidad de vida”: actividades diversas, ámbitos aparente y objetivamente independientes, que en la persona alcanzan una gran unidad al buscar a Dios en todo, también, de modo necesario, en el servicio a la gente y en la preocupación por los demás. Esto es lo que le hizo santificarse. Para monseñor Ocáriz, “la Santidad no es llegar al final de la vida siendo perfectos, como ángeles”. La Santidad, en un contexto y una época como la nuestra, es vivir coherentemente, haciendo de cada hora de estudio y de trabajo un momento para que otros vean a Dios y buscando la mejor forma de hacer el bien. Guadalupe Ortiz De Landázuri luchó por transformar el trabajo, la vida ordinaria, en un encuentro con Jesucristo y en un servicio a los demás, de la manera más sencilla posible: ofreció los dolores de su enfermedad, tratóde hacer bien y mejor sus clases de Química, ayudóa quien lo necesitaba y viviócon coherencia el llamado a su vocación. Una búsqueda que desde todos los rincones promueve la Universidad de La Sabana, dentro de sus estudiantes, profesores y colaboradores. Una búsqueda que no se agota, sino que se renueva cada día.